Tras las huellas de Rubén Darío
Cervantes quiso ser Garcilaso, y por eso decidió enrolarse en el ejercito y luchar en Lepanto al tiempo que escribía versos de amor. Quiso ser Lope y se aventuró a hacer teatro sin demasiada repercusión. Pero fue siendo Cervantes como consiguió lo que realmente ansiaba, que se le reconociera como un genio, de la mano de su personaje, el Quijote, y en un escenario inesperado, el que le brindó una tierra «que inmortalizó por quererla olvidar».
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