Por ello, los investigadores responsables del diseño y construcción de este sistema buscan diferentes vías de financiación para que antes del próximo mes de abril se ponga de nuevo en marcha este sistema. Para ello, a finales del pasado año presentaron el proyecto y el presupuesto a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, organismo del que «aún no han recibido ninguna contestación», como aseguró Salvador Sánchez-Carrillo, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y responsable de la instalación, quien estima que reactivarla supondrá un coste de entre 10.000 y 15.000 euros anuales.
Durante cuatro años, el proyecto se llevó a cabo con la financiación de los 120.000 euros que otorgó el Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OPAN) mediante una convocatoria de investigación. De tal forma, comentó, que de no empezar a funcionar en los próximos meses «habrá que empezar de nuevo», por lo que «todo lo invertido hasta ahora y el trabajo realizado no serviría para nada», apuntó Sánchez-Carrillo.
Detrás del proyecto, un total de once investigadores, algunos de fuera de España, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Real Jardín Botánico, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y la Universidad de Suecia y Bostón. Optaron por instalar este sistema en el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel por «ser el mejor representante de los humedales mediterráneos, y posiblemente europeos».
El equipo comenzó a trabajar en la iniciativa a finales de 2009 realizando el montaje de la instalación en el año 2010, aunque en el año 2011 tuvieron que parar por el periodo húmedo que provocó el encharcamiento del Parque Nacional y por lo tanto también se inundó la planta retrasando así los primeros experimentos hasta 2012. Fue entonces en 2012 y 2013 cuando se obtuvieron los primeros datos.
La planta, ubica en una de las zonas del parque, consiste «en una serie de tuberías que conducen el CO2 desde fuera del humedal hasta conducirlo a las parcelas donde hay un sistema automatizado que emite C02 hasta llegar a la concentración marcada». El objetivo, medir los cambios de la biomasa, en la fisiología, así como la variación de la actividad de los microorganismos del suelo y en los residuos vegetales. De momento, en las parcelas crece carrizo, phragmites australis, una planta acuática muy extendida en los humedales, pero la intención es trabajar con otras especies como la masiega.
El mecanismo está montado y se ha comprobado que funciona, pero no se puede continuar por falta de gas, por lo que la falta de apoyos económicos trunca este experimento pionero que estudia las consecuencias del aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera sobre este tipo de humedales.
Fuente: latribunadeciudadreal.es
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