Música en San Carlos del Valle con la Orquesta Filarmónica de Castilla-La Mancha

Numerosas construcciones de la provincia de Ciudad Real, del siglo XVIII, han sido pensadas y construidas por los Núñez de la Barrera. El padre, Miguel Núñez, fue maestro de obras del Concejo de Membrilla y sus dos hijos, Tomás y Juan Alejandro, aprendieron el oficio de su padre y completaron su aprendizaje en diferentes obras en la provincia.

Juan Alejandro Núñez de la Barrera

El trabajo junto a su padre les da una formación técnica singular. Pero Juan Alejandro, junto a los conocimientos prácticos, estudia las teorías y las ideas de la arquitectura. Y para ello lee los tratados del Renacimiento y especialmente la obra de fray Lorenzo de San Nicolás. Y con esa  preparación recibe encargos importantes, especialmente de obras religiosas. Su hermano Tomás quedará relegado a un segundo plano, pero con seguridad era el acompañante necesario, el que estaba a pie de obra y asumía muchas de las tareas necesarias, pero menos lucidas. Juan Alejandro es, por lo que se ve en sus obras, un hombre que ha estudiado, conoce obras importantes y tiene una cultura arquitectónica. Ha pasado a ser, como lo hicieron los arquitectos italianos del Renacimiento en su momento, el hombre que dibuja, el que piensa los proyectos.

La obra de Juan Alejandro Núñez de la Barrera es, en general, una obra de gran sencillez en el uso de materiales que se adecúa a las posibilidades de los elementos constructivos de la zona como el ladrillo que utiliza de forma peculiar en la torre del convento de la Asunción de Almagro o en el propio edificio de San Carlos del Valle donde combina de forma singular el ladrillo con elementos de piedra. La torre del convento de la Asunción tiene una composición de gran interés con basamento de piedra y cuerpos superiores de ladrillo en los que las proporciones y la presencia de los huecos tienen unas excelentes y equilibradas proporciones. Un proyecto que realiza con treinta y cinco años de edad. La cúpula de los jesuitas en Almagro es otra de sus grandes intervenciones al igual que una parte importante de la torre de la iglesia de La Solana.

Un edificio y ciudad

Juan Alejandro proyecta en San Carlos del Valle un edificio religioso que forma parte de una estructura urbana que es el núcleo original de la ciudad, a principios del siglo XVIII. Y diseña una iglesia singular, de planta cuadrada con cuatro torreones en las esquinas que, en el volumen interior, dejan la planta del edificio como una planta en cruz ya que cada torreón baja con una escalera hasta el nivel del suelo. Un edificio de unos 20x20 metros aproximadamente que interiormente queda como una cruz de unos dieciocho metros en su lado mayor y ocho en el lado menor, y que, a una altura de unos quince metros, se cubre con una cúpula que tiene una linterna en su centro. El espacio barroco, de color blanco en todos sus elementos, con molduras que subrayan cada parte del mismo, es de una pureza esencial y de una concepción clara y contundente.

Exteriormente la idea es diferente y sobre la base de 20 metros de lado levanta un cuerpo de piedra y ladrillo que va a tener sus dos portadas elaboradas en piedra con las imágenes del Cristo y de Santiago en otro lateral. En cada esquina, los torreones con una base ciega y un cuerpo superior perforado que se rematan con cubierta y chapitel de pizarra. Y en el centro, la gran estructura de madera que soporta la forma de la cúpula de cubierta sobre la que se levanta el chapitel con un peculiar artificio que quiere recoger la luz del exterior para llevarla, a través de la linterna, con un recorrido complejo, al interior del templo, en un efecto barroco espectacular. El ladrillo, la piedra y la madera conforman una sección que alcanza los cincuenta metros de altura y se levanta así como un hito en el horizonte. Un edificio, curiosamente poco valorado por los tratados de la época y de siglos posteriores que no entendieron la originalidad de su aportación.

Un espacio urbano

Pero la iglesia no es el único elemento proyectado. En su lateral izquierdo, la vivienda del sacerdote, con una balconada para que las autoridades asistiesen a los diferentes espectáculos de la plaza y un parador en una de sus esquinas, ahora rehabilitado de nuevo como servicio de hostelería. Y en el frente, zonas de viviendas con su balconada corrida de madera para residencia de los colonos. Se conformaba así una plaza de forma trapezoidal, de unos cincuenta por veintitrés metros que era el lugar de celebraciones festivas de la nueva comunidad. Para recordar este carácter lúdico del recinto, los músicos que se sitúan, con su tosca labra, en cada una de las esquinas que dejan libre los torreones sobre la base cuadrada de la planta de la iglesia. La obra de Juan Alejandro se realizó entre 1713 y 1729, ya hace casi trescientos años y tiene el atractivo de ese espacio complejo, repleto de referencias y contrastes.

A finales del siglo el desarrollo de la población requerirá nuevos trazados y, entonces, el arquitecto Matías Antonio de Arias, de Ciudad Real, realizará los trazados ilustrados de una trama geométrica en cuadrícula que establece las bases de la imagen urbana de la población actual. Una ampliación que ha ido consolidándose con la vida de las gentes de la ciudad.

Este tiempo es de los grandes músicos y compositores. Es el tiempo de Vivaldi, Teleman, Bach, Haendel, Haydn y Mozart. Desarrollo de nuevos instrumentos como el clavicordio, perfeccionamiento del piano y aparición de nuevas composiciones y formas como la ópera cómica o desarrollos nuevos de la sinfonía. La música se convierte en un potencial cultural conscientemente aceptado. Su conocimiento se reconoce como signo de educación y preparación y se hace presente en el palacio, en la iglesia o en los espacios públicos.  La Plaza Mayor de San Carlos del Valle, lugar de peregrinación acogía las celebraciones festivas, los acontecimientos colectivos a la sombra del templo dedicado al Santo Cristo del Valle de Santa Elena.

Orquesta Filarmónica de La Mancha

Ahora, la música ha vuelto al recinto singular con la Orquesta Filarmónica de la Mancha. Y el espacio, con los edificio proyectados por Juan Alejandro, repletos de la vida de trescientos años de historia vuelven a convertirse en lugares de recuerdos, de vivencias y de sentimientos con el sonido de la orquesta. La plaza, convertida en escenario para un concierto singular, rememora sus primitivos usos cuando la peregrinación llegaba al espacio religioso y a las celebraciones lúdicas de las fiestas patronales, ahora en este mes de septiembre. Seguro que los músicos de las esquinas de los torreones allí firmes desde hace trescientos años revivieron la presencia de los nuevos acordes de la Orquesta Filarmónica de la Mancha, en la plaza que custodian hace siglos.

La convivencia de la música y el patrimonio, ya pensado hace trescientos años como lugar de la alegría, como espacio para las audiciones festivas y las celebraciones comunitarias, es siempre una buena fórmula. Descubrir nuevos espacios, sentir la experiencia de nuevas representaciones en estos ámbitos singulares es un excelente camino para la vida del patrimonio y de la cultura.

Autor: Diego Peris Sánchez
Fuente: lanzadigital.com

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