Así, las investigaciones llevadas a cabo en las especialidades de Arqueología, Hidrogeología, Paleoecología y Arqueoastronomía ponen de manifiesto importantes revelaciones sobre el clima, la hidrología y la forma en la que vivían los castellano-manchegos de hace más de 4.000 años, «sorprendentemente no muy diferente a la actual en su relación con el medio ambiente». Detrás de ello, todo un equipo profesional contando con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Los resultados de las investigaciones palinológicas, el estudio de los gramos de polen y arqueobotánicas ofrecen una aproximación a las condiciones climáticas existentes en el pasado, en concreto durante la Edad del Bronce. Estos estudios, dirigidos por José Antonio López Sáez, científico titular del CSIC, demuestran que hubo un cambio climático abrupto en La Mancha durante la Edad del Bronce, conocido en el mundo científico como evento 4.200 cal. Bp (2350-1850 cal. AC), que correspondió a una crisis de aridez extrema a finales del tercer milenio antes de Cristo.
Con los datos encima de la mesa también se ha podido determinar que entre 2500 y 2000 antes de Cristo se produjo una fase de clima muy árido, especialmente entre el 2150 y el 2000 AC, años en los que la precipitación media anual, según el investigador del CSIC, fue disminuyendo. Es el momento en que se inicia la ocupación permanente de algunos yacimientos como la Motilla del Azuer con la excavación del pozo y la construcción de la torre central. De tal forma que este periodo árido «probablemente supuso un aliciente y una necesidad para el surgimiento de las motillas como estrategia de obtención de agua subterránea de los acuíferos, dando lugar a un fenómeno cultural sin paragón en la península Ibérica», explica López Sáez.
El estudio, el más fiable de los que se han publicado hasta el momento con datos recientes, revela, gracias a los análisis de carbono 14 que se han llevado a cabo, que los asentamientos en las motillas se abandonaron en torno a 1400 AC por «condiciones climáticas progresivas cada vez más húmedas».
El proyecto de investigación demuestra además que los manchegos hace 4.000 años no sólo tenían conocimientos en aguas subterráneas, sino también en arqueostronomía. Estos estudios han sido dirigidos por César Esteban López, del IAC y reflejan que la cueva monumentalizada del Castillejo de Bonete, situada en Terrinches y también de la Edad del Bronce, «tiene un enorme interés astronómico», ya que «dos de sus pasillos de acceso están orientados a los puntos del horizonte donde se produce el orto y el ocaso del solsticio de invierno, además de que el amanecer en ese instante astronómico se produce sobre la Peña del Cambrón, la montaña más llamativa visible desde el yacimiento».
«Podemos pensar que el solsticio de invierno jugó un papel importante en el ritual funerario de los manchegos de aquel tiempo, pues marca el momento del año en que empiezan a alargarse los días con respecto a la noche, indentificándolo como la victoria del Astro Rey frente a la oscuridad». Pero no sólo este yacimiento tiene su eje de simetría orientado hacia ese mismo solsticio, pues se sabe que también lo están otros yacimientos arqueológicos como el círculo de piedras de Stonehenge (Reino Unido).
Los avances obtenidos en este proyecto, que ha supuesto una inversión de 30.000 euros financiados al 50% por el IGME y la Junta de Comunidades, contribuirán a conocer mejor el pasado de La Mancha y a poner de manifiesto los conocimientos sobre la hidrología que ya tenían nuestros antepasados y que, todavía hoy en día, se siguen aplicando. Información que ya se recoge en diversas publicaciones científicas realizadas por Luis Benítez de Lugo, profesor de la UNED, y Miguel Mejías, responsable de Hidrogeología Aplicada del IGME que se han encargado de dirigir este proyecto de investigación sobre las motillas en el que se han estudiado la de Santa María, El Retamar y la del Cura, en Ciudad Real, y El Acequión, en la provincia de Albacete.
Fuente: latribunadeciudadreal.es
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