Pero junto a esa realidad es importante también analizar la realidad física que sustenta esta arquitectura. Los sistemas constructivos, los materiales utilizados, las técnicas aplicadas son reflejo del tiempo y elementos que valoran la realidad arquitectónica final.
Hasta finales del siglo XVIII los materiales de construcción tienen un campo muy delimitado con el uso de la piedra, el ladrillo y la madera como elementos básicos. Las diferentes técnicas de utilización de estos sencillos elementos hacen que, en cada momento histórico, las soluciones técnicas hayan variado de forma sustancial. Y así las estructuras de cada siglo van tratando de aprovechar soluciones ingeniosas que, sin contar con conocimientos ni herramientas de cálculo como los actuales, van dando lugar a soluciones diferentes de gran interés.
Los materiales son utilizados de forma adecuada a sus posibilidades y con un repertorio reducido se logran soluciones diferentes y ricas. El conocimiento de esos materiales y de la forma de utilizarlos nos da una visión especial de los edificios históricos que es especialmente relevante para su valoración.
La Iglesia de San Carlos del Valle es un excelente ejemplo de esta realidad construida y junto a su imagen, la definición de sus espacios interiores y su presencia urbana, la realidad construida es esencial en la definición de sus valores patrimoniales. Una planta cuadrada con cuatro esquinas con accesos a la zona superior del edificio, cubierta por una cúpula central define el espacio interior del edificio. Una construcción que se construye con grandes muros de fábrica de ladrillo en su base inferior reservando el uso de la piedra para reforzar los encuentros y sobre todo para generar una ornamentación singular que establece contrastes, marca proporciones y propone la iconografía singular de sus dos fachadas principales. El espacio interior se va reduciendo desde los veinte metros totales de la planta a un espacio interior de planta de cruz con un centro cuadrado de nueve por nueve metros que se cubre con la cúpula superior.
Construcción pesada, cubierta ligera
La gran base de fábrica de ladrillo y piedra necesita una coronación superior que defina esa gran imagen que la planta de apenas 20 metros no puede producir. Y para ello plantea una solución singular en su diseño y en su construcción. Las cuatro esquinas del edificio tienen torreones elevados cada una de ellas. Sobre una base cerrada realizada con ladrillo y piedra en sus esquinas, con forma octogonal, se levanta un cuerpo perforado en sus ocho caras que le da un aspecto de ligereza y sobre él el remate superior, Y aquí se recurre a un material como la madera que permite la construcción de un chapitel elevado.
Un elemento diseñado de forma ingeniosa con una base inclinada y un punto singular de encuentro, de sección mucho más reducida, sobre el que se levanta la aguja superior. Y para ello se recurre a una ingeniosa estructura interior de madera en la que un vástago central va teniendo elementos que se cruzan para permitir el apoyo de estructuras octogonales sobre las que apoya el plano exterior. Planos que se cubren con plomo o pizarra y se rematan con la esfera y la veleta superior. Curiosamente en restauraciones recientes se había recurrido (como se ha hecho en diferentes lugares) al uso de las placas de fibrocemento para su acabado exterior. Una presencia extraña pero que formalmente ha funcionado correctamente y ha tenido un envejecimiento razonablemente bueno. La entrada del agua había deteriorado por completo, sin embargo, la estructura de madera que se ha reconstruido en la restauración que se realiza en la actualidad.
La cúpula y el chapitel
La parte central de la cubierta está ocupada por la cúpula y el chapitel central del conjunto. Interiormente una forma humilde de unos nueve metros de diámetro culmina el espacio interior del templo. Pero en su interior se diseña toda una estructura constructiva de gran interés. Una gran construcción de madera que apoya en el muro perimetral eleva la forma exterior de la cúpula doce metros por encima de la base interior. Para ello se crea una estructura con importantes tornapuntas que llegan a una corona octogonal superior de madera sobre la que va a apoyar el elemento superior. De esta estructura básica elementos inclinados soportan las costillas exteriores que dan forma a la cúpula de madera recubierta de placas de uralita exteriormente. La cúpula tiene unos lucernarios en cada una de sus caras que dejan pasar la luz al interior y, a través de una linterna central llevan la iluminación al centro de la iglesia en un efecto barroco espectacular. Todo un alarde constructivo para conseguir elevar exteriormente la forma de la cúpula que tiene una sección curva singular para elevarse ocho metros sobre la base.
Y sobre este elemento se levanta el chapitel central, pieza de catorce metros de altura, construido en madera, que apoya sobre la corona inferior de la cúpula. Soluciones estructurales de gran valor con un núcleo central que se levanta hasta la altura de coronación y que se va fortaleciendo en su altura con elementos cruzados transversales.
En su base, el chapitel se perfora en una altura de cuatro metros para dejar entrar la luz en su interior y llevar de nuevo la iluminación al centro de la iglesia. Y posteriormente continúa otros diez metros de altura con una forma vertical en la que las ocho caras de su trazado confluyen en el remate superior. Todo un alarde constructivo realizado con la madera. La estructura superior de madera tiene así una altura de veintidós metros entre la zona de la cúpula y el chapitel superior lo que representa una construcción especial en estas estructuras de madera que deben resistir especialmente los empujes del viento.
La iglesia de San Carlos del Valle añade a sus valores espaciales, elementos iconográficos y su significación en el paisaje con su imponente imagen, los valores de una construcción singular de una excepcional calidad de diseño y utilización de los materiales.
Diego Peris Sánchez
Fuente: lanzadigital.com
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