Ni molinos de viento, ni gigantes. Solo unas pequeñas esquirlas óseas han llevado a un grupo de investigadores, después de diez meses de trabajo, a confirmar algo supuestamente sabido desde hace años, que los restos de Miguel de Cervantes llevan siglos descansando en la cripta de la iglesia del convento de las Trinitarias.
La noticia se daba a conocer ayer, aunque ya se habían oído rumores al respecto al final de la pasada semana, y con ella la leyenda cervantina y todo lo que la rodea, quijotes y sanchos incluidos, recibían un nuevo impulso. ¿O no? Esta será una de las muchas preguntas que se responderán con el tiempo sobre lo que en realidad supone un descubrimiento científico como éste. Por el momento el mundo de las letras se divide entre los que miran el suceso con optimismo. Que lo ven como el empujón que se necesitaba para poner a Cervantes y todo lo que le rodea en el lugar que le corresponde. Y los que lo hacen desde una perspectiva más prudente, que creen que su repercusión será más a nivel turístico, «sí se sabe aprovechar el tirón», ya que entienden que a nivel literario hace tiempo que es sobradamente conocida la importancia del manco de Lepanto.
La prudencia es la postura del catedrático de Literatura de la Universidad de Castilla-La Mancha, Felipe Pedraza, quien incide en la repercusión turística que pueda suscitar el haber señalado el lugar en el que se encuentran estos restos «hipotéticamente cervantinos». Reconocido «escéptico en este tipo de devociones macabras», refiriéndose así a la necesidad de buscar los restos óseos de Miguel de Cervantes, cree que la obra cervantina, de la que nace la literatura moderna, y hasta la forma de vida del propio autor, sus dimes y diretes con la justicia, «ya son motivos más que suficientes» para justificar la atención que requiere por parte de estudiosos y curiosos.
Reconoce sin embargo que, «si se sabe aprovechar», este descubrimiento podría suponer el empujón que se necesita para que mucha gente lea el Quijote o se acerque al convento de las Trinitarias y de paso «el barrio de las letras». Razones que darían «por buena» esta investigación y sus conclusiones.
En cualquier caso, Pedraza lamenta que haya habido que esperar a la recuperación de unas esquirlas de hueso para que se vuelva a hablar de este patrimonio literario que hace años habita en las calles del barrio de las letras, o en otros puntos de España que también habla de Cervantes y no solo de él, como los corrales de comedias o La Mancha en general, que «es algo que deberíamos haber potenciado hace mucho tiempo».
Coincide en este hecho José Manuel Lucía, catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, para quien el hallazgo de la tumba es «una noticia maravillosa» que pone de manifiesto «la capacidad que tiene todavía Cervantes para llamar nuestra atención». Una realidad que «deberíamos aprovechar», asegura, no solo para potenciar la figura del padre del Quijote, sino la de todos los escritores que conforman «el patrimonio literario de este país». Un listado en el que también entrarían Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Góngora».
Según Lucía, que Miguel de Cervantes estaba ahí «ya se sabía desde 1870, año en el que se recoge la ubicación de los restos del autor de La Galatea en un informe elaborado por la Real Academia». Una realidad que ahora confirma esta investigación que vendría a concretar el rincón en el que descansa el autor, «el ángulo izquierdo de la bóveda de la cripta del convento».
Con estos nuevos datos, pero sin perder de vista todo lo que ya existe en torno a la figura de Cervantes, apunta Lucía que el siguiente paso debería ser potenciar ese turismo literario que tenemos «pero que no nos creemos». Y en este punto explica que un buen ejemplo a seguir «sería el de Standford (con más de 250.000 visitas al año)», donde la gente busca acercarse cada año al espíritu literario de William Shakespeare. «Tendríamos que tenerles envidia de como han tratado a su autor y de lo mal que lo hemos hecho con Cervantes».
Explica Lucía que este descubrimiento debe «sumar» y no «restar» y «tiene que utilizarse como una pieza más de las muchas que ya tenemos». Y así, recuerda que El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha es un libro universal que se puede leer en cualquier parte del mundo, lo que no impedirá, asegura, «que siga siendo un personaje de La Mancha», zanjando así posibles dudas sobre si este descubrimiento llevará a ese turismo a mirar solo hacia Madrid.
Fuente: latribunadeciudadreal.es
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