de La Solana a Caravaca por Los Caballos del Vino

La afluencia de personas este año a Caravaca ha sido espectacular al coincidir con la conmemoración del Año Santo 2010, su segundo Jubileo a Perpetuidad desde que Juan Pablo II convirtiera a Caravaca en una de las cinco ciudades santas del mundo, junto a Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.

«Es la primera vez que venimos a ver los Caballos del Vino y es una fiesta fantástica, sobre todo nos gustan los detalles de los mantos de los caballos», resaltaron Valerie Karry y Jullie Guillian, dos ciudadanas inglesas residentes en Mazarrón que ayer no  quisieron perderse este espectáculo insólito, declarado de Interés Turístico Internacional en 2004.

Otras familias llegadas de otras ciudades, como La Solana de Ciudad Real, reconocían su devoción por la santísima Vera Cruz y su tradición de venir año tras año a Caravaca para la fiesta de los Caballos del Vino, a la vez que consideraban «un disparate» el número de personas que se agolpaba ayer a las puertas de la basílica santuario de la Vera Cruz.
«Me sorprende la cantidad de gente que ha venido este año a Caravaca y el colorido de los trajes de los caballos», reconocía Fina Vila de Caudete, Albacete.

Los miles de caravaqueños y turistas se colocaron ayer en cualquier rincón, incluso en las laderas del castillo, para poder seguir al detalle cómo se desarrollaba la carrera de los 60 caballos, enjaezados con mantos bordados con hilo de oro y seda,  que en apenas diez segundos recorrían los 80 metros del último tramo de la cuesta del castillo, que cuenta con un desnivel aproximado del diez por ciento. Los equinos, acompañados por cuatro caballistas que no pueden soltar las riendas para no ser eliminados, se abrían paso entre la multitud, que aplaudió y gritó para transmitir sus ánimos a los mozos -vestidos de blanco con un fajín y un pañuelo rojo-, para alcanzar la meta en el menor tiempo posible.

Esta estampa fue única. Los asistentes con los pañuelos rojos atados al cuello y animando a los caballistas, los corceles abriéndose paso entre la multitud, que se abría y se cerraba como las alas de una mariposa, mientras que sus dorados enjaezamientos brillaron bajo  los intensos rayos de sol del mediodía y con algo más de treinta grados en los termómetros.

El corcel más veloz fue «Luna Dary», un pura raza inglés castaño y de más de 500 kilos, de la peña Mini Púa que atravesó la meta cuando el cronómetro tan sólo marcaba ocho segundos con 676  milésimas, seguido por el de la peña Jubiloso (ocho segundos con 734 milésimas) y La Pastora.

Con esta victoria, los componentes de esta peña se han quitado la espinita del pasado año, cuando el caballo sufrió un pequeño accidente de última hora y tuvo que ser sustituido por otro ejemplar.


Laboriosos y preciosos mantos
Para este día tan especial, los caballos lucen sus mejores adornos. La indumentaria que los equinos lucieron ayer consiste en un manto, pecho pretal, crineras, brión, atacolas, faldoneras, pulseras y la bandera, que fueron bordados durante meses por mujeres de Caravaca con seda, oro, plata, canutillo y pedrerías. Las piezas del enjaezamiento que viste el caballo tienen que estar relacionados con la festividad y, en ocasiones, reflejan los rostros de personajes conocidos que se inmortalizan con un espectacular realismo en las ropas de los caballos.

El esfuerzo de las peñas por engalanar con las mejores ropas a sus equinos se vio recompensado en el concurso de Enjaezamiento. El premio al mejor manto fue para la peña Sangrino, mientras que el segundo fue para la peña Campeón y el tercero para Terry.

El repique de las campanas de la parroquia de El Salvador a las cuatro de la madrugada anunció a los miembros de las peñas el inicio del complejo y minucioso ritual, que se desarrolla en un lugar que no es accesible para todo el mundo, de vestir al caballo cuando la noche aún acechaba la ciudad de la Cruz. Apenas horas después, una impresionante traca aérea dio la bienvenida a los primeros rayos de sol del día, que indicaron la llegada de la gran fiesta del 2 de mayo.

Miles de personas se concentraron a las 9:00 horas en el Templete para asistir a uno de los momentos más emocionantes para los fieles: la misa de aparición de la santísima y Vera Cruz. Con esta eucaristía se recuerda la historia de la ciudad, según la cual la Cruz apareció al sayid almohade Ceyt Abudeyt mientras que el sacerdote Giñes Pérez Chirinos celebraba la misa.

A continuación, las peñas caballistas y Caballos del Vino desfilaron por las principales calles de la ciudad para mostrar a los caravaqueños y visitantes los preciosos mantos con los que adornaron este año a sus equinos.

Tras el pasacalles de Moros y Cristianos, el Hermano Mayor de la Cofradía de la Vera Cruz, José Luis Castillo, recogió la tradicional bandeja de flores a la Vera Cruz en el monasterio de Santa Clara y que posteriormente entregó al alcalde al inicio de la cuesta del Castillo quien, en nombre del pueblo de Caravaca, la ofreció a la Vera Cruz a las puertas de la basílica santuario, donde tuvo lugar la bendición del vino y de las flores, sumergiendo la Reliquia en el vino para después rociar las flores que fueron repartidas entre los asistentes

Por la tarde, Moros y Cristianos tomaban el testigo de los actos con un simulacro de combate en la cuesta del castillo y un desfile tras el traslado en procesión de la patrona desde la basílica a la parroquia de El Salvador, donde está expuesta para su adoración.

Los actos de las fiestas de Caravaca continúan hoy con la bendición de las aguas, que consiste en bañar en el Templete a la santísima y Vera Cruz con un ancestral ritual cuyo origen se remonta a la Edad Media.

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